lunes, 3 de mayo de 2010

PRACTICO Nº 2 "LA REVOLUCIÓN DE LA GESTIÓN"

UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Ciencias Políticas

TECNICATURA EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA I

LECTURA OBLIGATORIA AÑO 2010
Año Académico: 2010
Despliegue: Cuatrimestral

LA REVOLUCIÓN DE LA GESTIÓN:

En ciento cincuenta años, desde 1750 a 1900, capitalismo y tecnología conquistaron todo lo conocido creando una civilización mundial. Ni el capitalismo ni las innovaciones tecnológicas eran algo nuevo; ambos habían sido fenómenos usuales y recurrentes a lo largo de todos los tiempos, lo que si resultó absolutamente nuevo fue su rapidez de difusión y su alcance mundial a través de culturas, clases y geografías; y fue esto, su rapidez y amplitud, lo que convirtió al capitalismo en “Capitalismo” y en un “sistema”, y lo que convirtió los avances tecnológicos en la “Revolución Industrial”.

En nuestros días; pero desde tiempos de Platón sólo han existido dos teorías en Occidente y, desde aproximadamente en la misma época, dos teorías en Oriente sobre el significado y función del saber.

El portavoz de Sócrates, Platón, sostiene que la única función del saber es el autoconocimiento, esto es el desarrollo intelectual, moral y espiritual de la persona. Sin embargo, su más hábil oponente, el brillante y docto Protágoras, afirma que el propósito del saber es hacer que quien lo tiene sea eficaz al permitirle saber qué decir y cómo decirlo. El saber de Protágoras significaba lógica, gramática y retórica, que más tarde se convertirían en el trivium, núcleo de la educación en la Edad Media, que todavía hoy equivale más o menos a lo que queremos decir con “educación humanista”.
En Oriente había casi las mismas dos teorías del saber; el saber, para los confucianos, era saber que decir y cómo decirlo y el camino hacia el progreso y el éxito terrenal; para los taoístas y los monjes Zen, el saber era la vía hacia la ilustración y la sabiduría. Pero mientras que los dos lados discrepaban así sobre qué significaba el saber, ambos estaban totalmente de acuerdo en lo que no significaba; no significaba la capacidad de hacer; no significaba utilidad; la utilidad no era saber, era arte; la palabra griega es techne.

Pero para Sócrates y Protágoras , la techne, por meritoria que fuera, no era saber; quedaba restringida a una aplicación específica y no tenía principios generales; lo que el comandante de un buque sabía sobre la navegación de Grecia a Sicilia no podía aplicarse a nada más.

La transformación de la humanidad, fue impulsada por un cambio radical en el significado del saber. Siempre el saber se había considerado algo referente al ser y casi de la noche a la mañana empezó a aplicarse al hacer: se convirtió en un recurso y en un servicio. El saber había sido siempre un bien privado; de pronto se convirtió en un bien público.

Primera fase del saber
Durante unos cien años, en la primera fase, el saber se aplicó a herramientas, procesos y productos; esto creó la Revolución Industrial.

Segunda fase del saber
Que empezó alrededor de 1800 y culminó hacia la Segunda Guerra Mundial, el saber con su nuevo significado empezó a aplicarse al trabajo; esto marcó el comienzo de la revolución de la productividad, que en setenta y cinco años convertiría al proletariado en una burguesía de clase media con unos ingresos casi de clase alta.

Tercera y última fase del saber
La última fase se inició después de la Segunda Guerra Mundial; ahora el saber se aplica al saber mismo y es la revolución de la gestión. El saber está deviniendo rápidamente en el factor número uno de la producción, desplazando capital y mano de obra a un segundo plano. Puede que sea prematuro (y ciertamente presuntuoso) decir que la nuestra es una “sociedad del saber”; hasta el momento sólo tenemos una economía del saber, pero nuestra sociedad es ciertamente “poscapitalista”.

Un ejemplo es ver el génesis del nacimiento del ordenador.
Primer paso: Es el descubrimiento por parte del matemático y filósofo del siglo XVII, el alemán Gottfried Leibnitz (1646-1716), de que todos los números pueden ser representados por sólo dos: 0 y 1.
Segundo paso: Es el descubrimiento por un inventor ingles del siglo XIX, Charles Babbage (1792-1871), de que las ruedas dentadas, es decir la mecánica, podían representar todo el sistema decimal y realizar las cuatro operaciones aritméticas elementales: suma, resta, multiplicación y división, esto es, descubrió una genuina “máquina calculadora”.
Tercer paso: Dos lógicos ingleses, Alfred N. Whitehead (1871-1947) y Bertrand Russell (1872-1947), en su Principia Mathematica, mostraron que cualquier concepto presentado en una forma rigurosamente lógica puede ser expresado matemáticamente.
Cuarto paso: A partir del último descubrimiento un austro-americano, Otto Neurath (1915-1930 mayor período de producción), que trabajaba como estadístico para el War Production Board (comité de material bélico) de EE. UU en la Primera Guerra Mundial, derivó “datos”, esto es la idea, entonces nueva y herética, de que cualquier información de cualquier área, sea anatomía o astronomía, economía, historia o zoología, es exactamente igual cuando se cuantifica y puede ser tratada y presentada de igual forma.
Quinto paso: Justo antes de la Primera Guerra Mundial, un americano, Lee de Forst (1873-1961), había inventado el tubo de audición para convertir los impulsos electrónicos en ondas sonoras, haciendo que fuera posible emitir palabras y música.
Sexto paso: Veinte años más tarde a los ingenieros que trabajaban en una fábrica de tarjetas perforadas de tamaño medio llamada IBM se les ocurrió que el tubo de audición podía utilizarse para pasar electrónicamente de 0 a 1 y volver a 0.
Si cualquiera de todos estos elementos no hubiera estado presentes, no habría existido el ordenador.

La Revolución Industrial.

Después del 1700, y en el espacio increíblemente corto de cincuenta años, se inventó la tecnología. La palabra misma es un manifiesto en cuanto que combina techne, es decir el misterio de un arte manual, con logy, es decir el saber organizado, sistemático y con un fin determinado.
En un proceso de evolución paralela, entre los años 1750 y 1800, Gran Bretaña pasó de las patentes como monopolios para enriquecer a los favoritos reales a la concesión de patentes para estimular la aplicación del saber a herramientas, productos y procesos y para recompensar a los inventores siempre que hicieran públicas sus invenciones. Esto no sólo puso en marcha un siglo de febril invención mecánica en aquel país sino que además acabó con el misterio y el secreto en las artes. El gran documento de este dramático cambio de rumbo desde el arte a la tecnología, y uno de los libros más importantes de la historia, fue la Encyclopédie, editada entre 1751-1772 por Denis Diderot (1713-1784) y Jean d`Alambert (1717-1783). Esta famosa obra intentó reunir de forma sistemática y organizada el saber de todas las artes, de tal forma que un no iniciado pudiera aprender a ser un “tecnólogo”. La tesis subyacente en la Encyclopédie era que los resultados efectivos en el universo material (en herramientas, procesos y productos) son producidos por un análisis sistemático y por una aplicación del saber sistemática y con un propósito.
Ninguna de las escuelas técnicas del siglo XVIII tenía como objetivo producir nuevo saber y tampoco lo hacía la Encyclopédie; ninguna de ellas hablaba siquiera de la aplicación de la ciencia a herramientas, procesos y productos, esto es a la tecnología; esta idea tendría que esperar otros cien años, hasta alrededor de 1890, cuando un químico alemán, Justus Liebig (1803-1873), aplicó la ciencia a la invención de los primeros fertilizantes artificiales y posteriormente a una forma de conservar las proteínas animales, el extracto de carne.
No obstante lo que sí hicieron las escuelas técnicas y la Encyclopédie fue tal vez más importante; reunieron, codificaron e hicieron pública la techne, el misterio de las artes, tal como se había desarrollado a lo largo de milenios; convirtieron la experiencia en saber, el aprendizaje en libro de texto, el secreto en metodología, el hacer en saber aplicado. Esto es en esencia de lo que se ha llegado a conocerse por “Revolución Industrial”, es decir la transformación mediante la tecnología de la sociedad y la civilización.
Fue este cambio en el significado del saber lo que hizo que el moderno capitalismo fuera inevitable y dominante. Por encima de todo, la rapidez del cambio tecnológico creó una demanda de capital muy por encima de la que podía proporcionar el artesano; la nueva tecnología exigía también la concentración de la producción, es decir el paso a la fábrica; el saber no podía aplicarse en miles y decenas de miles de pequeños talleres individuales y en las industrias caseras de los pueblos rurales; exigía la concentración de la producción bajo un mismo techo.


La Revolución de la Gestión:

Todavía en 1950 o 1960, la forma más rápida de acceder a una renta de clase media, en Estados Unidos, en Gran Bretaña y en Alemania (pero ya no en Japón), era no ir a la universidad sino ponerse a trabajar a los dieciséis años en una de las grandes industrias de fabricación en serie; allí se alcanzaban unos ingresos de clase media al cabo de pocos meses, como resultado de la explosión de la productividad. Estas oportunidades prácticamente han desaparecido. Ahora ya casi no hay acceso a ingresos de clase media sin un título formal que certifique que se ha adquirido el saber que sólo puede conseguirse sistemáticamente en una escuela o universidad.
El cambio de significado del saber , que empezó hace doscientos cincuenta años, ha transformado a la sociedad y a la economía.
El saber es hoy el único recurso significativo. Los tradicionales “factores de producción”, suelo (recursos naturales), mano de obra y capital, no han desaparecido, pero se han convertido en secundarios; pueden obtenerse, y con facilidad, siempre que haya saber, y el saber en su nuevo significado es saber en tanto que servicio, saber como medio de obtener resultados sociales y económicos. Estos cambios, sean o no deseables, son respuestas a un cambio irreversible: el saber está siendo aplicado ahora al saber; y éste es el tercer y tal vez definitivo paso en su transformación. Proporcionar saber para averiguar en que forma el saber existente puede aplicarse a producir resultados es, de hecho, lo que significa GESTIÓN. Además el saber también se aplica de forma sistemática y decidida a definir qué nuevo saber se necesita, si es factible y qué hay que hacer para que sea eficaz; en otras palabras, se aplica a la innovación sistemática.
Este tercer cambio en la dinámica del saber puede denominarse la REVOLUCIÓN DE LA GESTIÓN y, al igual que sus dos predecesores, el saber aplicado a las herramientas, procesos y productos, y el saber aplicado al trabajo humano, la revolución de la gestión se ha extendido por toda la tierra..
A la Revolución Industrial le costó cien años, desde mitades del siglo XVIII hasta mitades del siglo XIX, llegar a extenderse y dominar el mundo entero; la Revolución de la Productividad tardó setenta años, desde 1880 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en extenderse y dominar el mundo entero. La Revolución de la Gestión ha empleado menos de cincuenta años, desde 1945 a 1990, en extenderse y dominar el mundo. La mayoría, cuando oye el término “gestión”, piensa aún en “gestión de negocios”. Es cierto que la gestión surgió por primera vez en su forma actual en la organización de negocios en gran escala. Con todo, pronto aprendimos que la gestión es necesaria en todas las organizaciones modernas, sean o no negocios; de hecho, pronto aprendimos que es más necesaria en organizaciones que no son negocios (sean organizaciones no lucrativas, aunque no gubernamentales lo que este libro llamo “el sector social”), u organismos del gobierno. Estas organizaciones necesitan gestión precisamente porque carecen de la disciplina del “nivel mínimo” que rige cualquier negocio. Sabemos ahora que la gestión es una función genérica de todas las organizaciones, sea cual fuere su misión especifica.; es el órgano genérico de la sociedad del saber. La gestión tiene muchos años de existencia. No obstante, la gestión no ha sido considerada una clase específica de trabajo hasta después de la Segunda Guerra Mundial y aun entonces sólo por un puñado de gente; la gestión como disciplina sólo ha aparecido después de este hecho. Todavía en 1950, cuando el Banco Mundial empezó a prestar dinero para favorecer el desarrollo económico, la palabra “gestión” ni siquiera estaba en su vocabulario. De hecho, aunque la gestión se inventó hace miles de años, no fue descubierta hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Una razón de este descubrimiento fue la experiencia de la guerra misma, y especialmente el funcionamiento de la industria de Estados Unidos; pero tal vez igualmente importante para la aceptación general de la gestión haya sido el funcionamiento del Japón desde 1950, Japón no era un país “subdesarrollado” después de la guerra, pero su industria y economía estaban destruidas casi por completo y prácticamente no tenía tecnología propia. El principal recurso de la nación era la voluntad de adoptar y adaptar el modo de gestión que los estadounidenses habían desarrollado durante la Segunda Guerra, y especialmente la formación profesional. Así, en el espacio de veinte años, desde los cincuenta (cuando acabó la ocupación del Japón) a los setenta, Japón se convirtió en la segunda potencia económica mundial y en un líder tecnológico.
Una situación similar aconteció con Corea que luego de su destrucción después de la guerra con Japón, y considerando que nunca había sido más que un país atrasado y luego de soportar treinta y cinco años de ocupación, valiéndose de las facultades y universidades de Estados Unidos y mediante la importación y aplicación de sistemas de gestión, Corea se convirtió en un país altamente desarrollado en un espacio de veinticinco años.
Con esta vigorosa expansión de los sistemas de gestión llegó una creciente comprensión de lo que el término significa realmente. Así en un primer momento, un gerente era definido como “alguien que es responsable del trabajo de unos subordinados”. Un gerente, en otras palabras, era un “jefe” y gestión era jerarquía y poder; ésta es quizás la definición que mucha gente tiene en mente cuando se habla de gerentes y gestión.
Luego a principios de los años cincuenta la definición ya había cambiado y entonces se decía que “un gerente es responsable del rendimiento de la gente”. En realidad la definición más justa es “un gerente es responsable de la aplicación y rendimiento del saber”.
Este cambio significa que ahora vemos el saber como el recurso esencial; suelo, mano de obra y capital son primordialmente importantes como limitaciones; sin ellos ni aun el saber puede producir, sin ellos ni aun la gestión puede actuar; allí donde hay una gestión eficaz, esto es, una aplicación del saber al saber, siempre podemos obtener los otros recursos.
El hecho de que el saber se haya convertido en el recurso, y no “poscapitalista”, cambia, y de forma fundamental, la estructura de la sociedad; crea nuevas dinámicas sociales; crea nuevas dinámicas económicas, crea nuevas políticas.
El saber que hoy consideramos saber se demuestra en la acción; lo que ahora queremos decir con saber es información efectiva en la acción, información enfocada a resultados. Los resultados están fuera de la persona, en la sociedad y la economía, o en el fomento del saber mismo.
Prof. A. Santos
Bibliografía:
DRUCKER, Peter: “La Sociedad Poscapitalista” ED. Sudamericana, año 1999, Barcelona.